
La verborrea habitual ha comenzado a ser aniquilada y en vista de que los métodos comunes no funcionan, el hombre ha tenido la imperiosa necesidad de emigrar a infinidades de medios alternativos para sentir al menos un roce de dedos o simplemente un tono agradable del otro lado del pacífico, con una llamada telefónica.
Telefóno o no, como especies dotadas de voluntad y pensamiento, emigramos a lo que se nos haga familiar, donde no haya que dar tantas explicaciones sin tener a un interprete al lado, para que el mensaje llegue al otro de la manera más clara posible.
Camino al altar de las ideas y las convicciones espero vehemente que no sea otro ardid elaborado por las propias carencias o el anhelo de conseguir lo ideal. Algunas señales se encienden, y las murallas están activas por instantes por otros quedan completamente inactivas.
Seducción aleatoria de quien se ha encargado vehementemente de las llaves de los pasadizos ocultos, que tienen como final la corona de laureles.
Sigamos, prosigamos en el contoneo.
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