Octavio Paz: "El demonio me ha tentado y me sigue tentando".
por Óscar Jara
La conversación iba nadando sin aparente rumbo ni concierto, con lentitud de peces gordos, nombrábamos a nuestros poetas, acariciábamos algunos versos y los hacíamos tropezar con los anzuelos de la moralidad, de los saberes y de las espiritualidades. Cada cual mentaba a sus entrañables y la coincidencia se llenaba de diferencias abismales. Altazor dialogaba con Vallejo, que visitaba a Borges que discutía con Naftalí que escuchaba a Gelman que aterrizaba empapado en el mismo Méjico.
Y por allí hablando de palabras apareció Octavio y luego llegó Paz, tropezando con el recuerdo de otra conversación que con él mantuvo Óscar Jara y que ahora nos regala con veinte años de antigüedad.
L. M. M.
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Es la Semana del Autor, y en este mayo todavía fresco, Madrid acoge a Octavio Paz. Acudo a la cita y espero la entrevista con la paz que promete su apellido aunque su nombre suene a imperio.
¿Es usted peregrino en su tierra, como dice Lope de Vega?
Si. Yo creo que es bueno ser peregrino. Sería terrible ser cadáver.
¿Al hilo de su conferencia de hoy, es usted santo o pecador?
El demonio me ha tentado y me sigue tentando, y menos feliz o más feliz que San Antonio, he seguido al demonio en sus danzas, en sus cabrilleos a la orilla del mar.
Hoy se ha hablado de Octavio Paz ensayista. ¿Es cierto que el ensayo lleva el peligro de la epilepsia, así como el tratado de la parálisis?
Como ensayista me he topado con la epilepsia, pero la epilepsia es también danza. Cuando la epilepsia se modera, se convierte en ritmo y, finalmente, con la moderación de la danza, es decir del ritmo, de la poesía, se logra someter la epilepsia de las ideas al orden de la gracia.
¿Qué es un ensayista?
Es un maestro de la duda, como Mongtaine, por ejemplo.
¿Y quién tiene el saber?
El mejor de los hombres, el más sabio, es aquel que no sabe. Esta es la gran enseñanza de la filosofía. Pero, además hay otra gran enseñanza, y es esta: que después de todos los saberes particulares, y del ansia de totalidad de saber, que generalmente termina en tratado, es decir en petrificación o en duda, lo que nos queda es la incertidumbre. Lo que nos queda es saber que todos los saberes siguen en blanco. Que sabemos lo circunstancial, pero que nunca sabremos lo esencial. Yo creo que esto hay que recordarlo todo el tiempo, en primer lugar a uno mismo, y en segundo lugar, recordárselo a una sociedad como la nuestra, tan segura de sus saberes, sobre todo técnicos.
Usted me está hablando de saber con sabiduría
Creo que hay una diferencia entre las dos cosas. El saber siempre es un conocer, darse cuenta de algo determinado, en cambio que la sabiduría es esa disposición general del ánimo, del talento, del temperamento, que tiene que ver con cierta ecuanimidad, con cierta distancia, pero también con cierta cercanía al mundo y a las otras personas. Creo que la sabiduría es una categoría que empieza siendo intelectual y termina siendo una cualidad espiritual y moral.
En la sabiduría interviene también la simpatía, en el sentido estoico de la palabra.
Los escritores como usted tienen saberes ¿Se intenta con esto cambiar las injusticias de la sociedad?
Es difícil que un escritor cambie el mundo. Lo que creo es que algunos escritores, como es mi caso, tenemos pensado que la literatura, aparte de su función creadora y, aparte de su función glosadora y contemplativa, también tiene su lado crítico, y un escritor puede y debe reflexionar sobre la sociedad en que vive. A mi lo que más me gustaría es que las cosas cambiasen políticamente, en México y en toda América… y en el mundo.
Y la religión ¿Sirve para cambiar algo y cómo se relaciona con la literatura?
El acto original del hombre es la poesía, y la religión es, en cierto sentido, una codificación de la palabro poética. En casi todos los grandes textos religiosos: Los Bedas, la Biblia, el Corán, hay originalmente una revelación y esa revelación es siempre de la palabra. En ese sentido el fundamento del hombre es el lenguaje, pero el lenguaje no sólo como instrumento de comunicación, sino como celebración de la existencia, como afirmación de la vitalidad de creación, y esta es una afirmación que comparte la poesía con las religiones.
Si la poesía es el acto original del hombre ¿Cuál es el pecado?
Le responderé con los sofistas: Lo mejor que tiene el hombre es la palabra, lo peor que tiene el hombre es la palabra.
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