domingo, 9 de agosto de 2009

Boceto universal




¿Dónde queda la paciencia, en el atrio adosado a la cúspide de la costumbre o se desvanece para sacar nuevos impulsos?

La tríada constante, una salida a un lado y la entrada del otro, como un lobo estepario sediento en la arremetida de sus instintos -sin razón ni medida-

La atracción de los polos físicos, de los encantos profanos de la cadencia Jetzabesiana, enardecida en la toma de tu bastilla, con suspensión de algún Elías entre sus piernas tibias y alargadas.

La locura y la cordura en el ciclo de la incapacidad humana, ofrecimientos del eco sin consumación, ¿por firmeza o preceptos morales?

No me sorprenden las bandejas atestadas de partes corporales, piernas, sexos, manos, cabellos, ojos, bocas y pechos. Como un mercado de pulgas, cada quien pone su precio, algunos bajos otros muy elevados. Cada quien con cada cual, gimen incesantemente ante el toque de una huella desconocida en sus ríos de placer.

Agotada en las mismas premisas, con o sin ausencia, al parecer tus tentaciones de San Antonio, podrían ser mejores en lo externo...
Celaje acompasado según la forma de tu pisada, la insania y un poco de arrogancia, entrégate vamos tú lo puedes hacer, mientras mi sombra se disipa sin confianza, cualquier fémina no produce aquel sentimiento, mis vértices conforman un zig zag cada vez más agudo, me transmuto en algo que no siente ni palpa; y mis formas irrisorias conforman sus avatares a otras lagunas de memoria.





Quería sólo despedirme del pequeño Fausto que teme incoloro en mis sienes. ¿Podré seguir realmente en la creencia de lo que no se ve?


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