domingo, 14 de diciembre de 2008

Simbiosis


La Simbiosis.

En un intento por hacer que la fase de idealización perdure, la pareja entra en una etapa parecida a la de la simbiosis que se desarrolla en los primero años de vida entre la madre y el bebé, la pareja se distancia del mundo y aparta todo lo malo, que se proyecta y se coloca en nuestro mundo exterior.
Si lo pensamos bien, veremos que uno de los propósitos de la "Luna de Miel" es conseguir que se establezca esta fase simbiótica.

Hay relaciones que potencian estados de dependencia simplemente evitando enfrentar el problema en su origen, porque se da la paradoja de que, aunque efectivamente se sufran las consecuencias directamente derivadas del problema, son precisamente esas mismas consecuencias las que hacen posible establecer con el drogodependiente una relación de dominio o mantener una identidad falsa y enfermiza. Algunas personas cercanas evitan que el drogodependiente encare la búsqueda de la autonomía que la droga le ha robado porque, ello significaría enfrentar también los motivos personales profundos que dan sentido a la relación que se mantiene con el adicto.

Por lo tanto, puede hablarse de codependencia cuando en el origen o en el mantenimiento de una adicción de cualquier tipo inciden no sólo el sujeto y la sustancia adictiva sino también, además de otros muchos factores, determinadas formas de relación del sujeto con las personas de su entorno inmediato. Se trata de las llamadas relaciones colusivas.

||DE CRIMINAL A SANTO||

Aquel lector que se haya acercado a la obra El balcón de Genet, ha podido ver un retrato magistral de lo que en la teoría de la comunicación se conoce como relación colusiva.

Una relación de este tipo es aquella en la que los actores mantienen un acuerdo sutil, aunque no necesariamente consciente, en virtud del cual uno deja que el otro le ratifique, a través de su conducta, como la persona que se cree o pretende ser. Es decir, que en el caso de que yo creyera ser un médico, necesito alguien dispuesto a ejercer el papel de enfermo porque sólo así estaré seguro de que efectivamente soy médico. Del mismo modo, hay personas que para mantener su estabilidad emocional necesitan, por ejemplo, ejercer de redentores con delincuentes o criminales a quienes convertir, a través de sus sufrimientos y desvelos, en un dechado de virtudes.

||A CADA CUAL SU PAPEL||

Las personas patológicamente inseguras necesitan relaciones colusivas. Claro que sólo pueden ser reales en la medida en que alguien se preste a desempeñar el papel que ellos necesitan. Sin ese tipo de relación, estas personas estarían a merced de su propia inseguridad, sin una identidad clara y definida. A merced de sus sueños.

Esta vinculación es una relación forzosamente dependiente para uno de los actores. Sin embargo, también puede darse una relación colusiva perfecta en la que se logra la simbiosis de aquellos a quienes gusta sufrir con aquellos a quienes gusta hacer sufrir. Esta doble relación colusiva confirma permanentemente la identidad de quienes la mantienen y potencian recíprocamente las conductas predecibles de sus respectivas personalidades.

||UN VÍNCULO ETERNO||

Para que una relación de este tipo sea perfecta y cumpla el papel que, más o menos conscientemente, le hemos asignado, ha de ser inmodificable. Si una madre mantiene con sus hijos una forma de contacto que le sirve para certificar su autoimagen de madre abnegada, sufridora y permanentemente preocupada por ellos, se empeñará en mantenerlos dependientes de ella para así refrenar en lo posible la fatal tendencia a hacerse mayores, a crecer, que todos los niños manifiestan. Son madres que cuando sus hijos crecen, se quedan con la identidad menguada porque sin ellos, se quedan sin razones para sufrir, trabajar y desvelarse.

Muchas personas necesitan asumir el papel de víctimas y mantienen una clara adicción al infortunio. El problema es que quienes escogieron este papel (y aquí también podríamos hablar de la profecía que se cumple a sí misma) necesitan desesperadamente de un verdugo que los ratifique haciéndoles sufrir.

||EL ARTE DE AMARGARSE||


Para que estos sufridores puedan efectivamente sacrificarse, necesitan personas problemáticas y propensas a las caídas con las que ejercer su vocación. No les sirven los individuos racionalmente autónomos porque sin esa propensión a la recaída, ellos se quedan sin espacio para ejercer su sufrimiento. En una relación colusiva, las personas problemáticas buscarán alguien que las ayude sin desmayo a salir del hoyo -para así poder seguir cayendo- pero no las obligue a enfrentarse consigo mismas.

Este tipo de relaciones ayuda a explicar el mantenimiento de conductas de dependencia difícilmente explicables desde la simple observación externa: ¿Cómo aguantará Fulano la ludopatía de su mujer? ¿Cómo es posible que Fulanita siga viviendo con ese tipo borrachín y pendenciero que, además, le regala cuatro golpes cada vez que se le antoja?

Cualquiera puede llevar una vida amargada si eso le satisface y hay personas que dominan el arte de amargarse la vida aunque para ello deban potenciar la dependencia de otros. A menudo, crean el problema y luego evitan enfrentarlo para que perdure, porque la clave de su identidad sufridora está, precisamente, en mantener el problema que les produce tantos sufrimientos.


***Como no domino el arte de amargarme la vida con relaciones simbióticas dependientes de batallas pasadas, correlativas en vistosidad y gustos en común. Respiro profundo ante tantas interrogantes, teniendo un mundo empaquetado en un recuadro oscuro. Simplemente let it flow, sin esperar nada, disfruto el momento y sigo mi sendero.




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