martes, 11 de noviembre de 2008

Abre los ojos bien

La oscuridad, las fases de la luna, lo menguante, el holocausto, lo rojizo del borde y el eterno titilar en las pupilas efímeras que se pierden a destajo.
El listón adherido en tu yugular, victoria del terreno ganado, vestigio de tus compuertas que antes fueron de oro llameante. Tus puertas oh pequeña Sión han caído en el envilecimiento de las molduras de bronce, el bronce cede y emerge de allí la sensación de la perdida del molde.


Como herrero en la búsqueda, como alquimista en el encuentro del elemento perfecto, la convicción del transeúnte lunar no lleva los rectángulos a cuestas, recargados de ensoñaciones y motivos.
La llegada al sendero inocuo no conlleva peso, ni oxígeno. Su levitar sencillo y convexo aniquila las toneladas adheridas sin preguntas.

En este el presente de las animas, el gemir de las tonalidades quedaron sin esgrimir elemento alguno de permanencia.




Adieu





No hay comentarios: